Uno de los principales retos del diálogo, en los años noventa, fue identificar qué tanto del que hacer textil está vivo y qué tanto estaba muerto, un trabajo de muchos años que ni el propio Remigio cree terminar en esta vida, ya que después de 35 años de investigación con las comunidades, presume conocer sólo el 20 por ciento de la riqueza textil de su estado.Desde su origen, el proyecto no sólo buscaba preservar esta riqueza cultural, sino permitir a quienes la realizaban, dignificar su modo de vida, haciendo que su economía girara en torno al oficio.“Yo me quedé con la base de datos que tenía mi abuela de algunos tejedores. A través del tiempo cuando llegamos a ser más de 150 miembros nos dimos cuenta de la capacidad que podíamos tener. Y empezamos a hacer el dialogo entre nueve maestros que tenían aún viva la tradición textil, tecos, amuzgos, tacautes, zapotecos, mazatecos, mixtecos, quienes habían roto su tradición por la llegada de materiales comerciales al estado”.
Un diálogo textil que se había conservado en los mercados, a donde llegaban los artesanos para vender materiales e intercambiar sus piezas a manera de trueque. Una forma de intercambio cultural que sirvió a Remigio de modelo para llevar a cabo su proyecto.